En política, un correcto análisis es vital. Quien no desarrolle la habilidad de análisis está irremediablemente condenado a un dramático y sorpresivo fracaso.
La falta de percepción analítica es una carencia muy común entre políticos y los trabajadores en general, a la inversa es una cualidad elevada entre grandes conductores.
Los líderes nos han dado muestra de ello a lo largo de la historia, para ejemplificar solo basta leer al Che o Marx muy visionarios para sus tiempos. Percibir lo que otros dejan pasar como un dato menor, nos presagiará grandes tormentas o bien cielos limpios y despejados, seremos capaces de ver el llanto de todo un pueblo, y captar en el aire entonces la necesidad de avanzar, o la urgencia de buscar abrigo.
Antiguamente esta percepción era una especie algo a si como un don que parecía depender de la voluntad de los dioses. Ahora, con el adelanto de la ciencia y el arte de la política, la percepción se puede estudiar, se puede adquirir, y mejor aún, se puede perfeccionar.
Las encuestas, los estados de opinión, la labor de la organización nacional, ayudan a la percepción para un mejor análisis de determinadas situaciones. El contacto del político con la masa tiene ahora muchas vías, televisión, celulares, radio. Todo está muy avanzado, pero nada sustituye a la mente abierta del político, su falta es el mayor riesgo de enturbiar la percepción. Veamos.
El político en funciones de gobierno, por las necesidades de su trabajo, debe construir un entorno que sea eficaz, un grupo ejecutivo, que cumple instrucciones, hace lo que hay que hacer para cumplir las órdenes, pasa informes de la misión cumplida. Esto es correcto para la parte administrativa de la labor del funcionario, pero no procede cuando de política se trata. Explico.
Por sus mismas características, el entorno administrativo no es permeable a las malas noticias, las considera un fracaso, las rechaza, no cumplir la meta es una tragedia.
No es así en política, las malas noticias son de alto valor para el análisis, allí están los pilares de la realidad. Entonces, resumimos, el entorno administrativo tiende a empañar la percepción del político funcionario.
Y con la percepción brumosa se tiende a crear ficciones que sustituyen a la realidad, se crean mundos que carecen de comunicación con el mundo de las masas, por ese camino se va al fracaso. De aquí surge la vital necesidad de la mente abierta.
Por ejemplo, si la masa percibiera la realidad con la misma racionalidad que la percibe el revolucionario, entonces su comportamiento sería revolucionario, estaría siempre y sin condiciones al lado de la revolución y sus dirigentes.
Entender que la lucha se realiza allí en la percepción analítica dará otra condición a la política revolucionaria, siendo así, no bastarán los cambios, no bastará que el camino sea el correcto, es necesario que la masa lo perciba igual como lo perciben los revolucionarios, que entiendan que los errores son parte del camino, que los aciertos presagian un futuro mejor, que el enemigo oligarca jamás podrá hacer un gobierno mejor que el revolucionario.
A educar las masas entonces es la tarea directa, con una conciencia clasista. Impregnarlos del deber ser, que la lucha es por si y PARA SI, es urgente
¡¡Solo el pueblo libera al pueblo!!
La gente está alienada, el sistema corrompe no solo bolsillos, si no también conciencias y perder la conciencia de clases es fatal. Recuperarla es nuestro deber.
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