Mucho hablamos de revolución o de la izquierda revolucionaria y la verdad es que los mismos que levantamos aquellas banderas no hemos sido capaces de ser revolucionarios como corresponde. Al parecer nos venció la cultura de la dominación, no hemos sabido enfrentarla, tenemos una suerte de complejo que nos frena. Es necesario volvernos capaces de ser revolucionarios. La Revolución es en esencia la lucha contra la cultura de la dominación.
Tenemos que percibir el peligro de dejarnos adormecer y de la urgente necesidad de la cultura de liberación, hay que respirar esta cultura, no olvidarla por un segundo o estaremos entregados a la moderna esclavitud que el sistema nos impone y que se cuela por todos lados. Nosotros mismos en aras de un objetivo que aun desconozco, callamos el necesario debate, dejando que la izquierda, lejos de entablar la batalla cultural, aliente los valores de la dominación, sofrene los valores de la liberación. Perdemos así la batalla cultural, que es lo mismo que decir, estamos dejando escapar la oportunidad de fortalecernos como izquierda revolucionaria
Podríamos elegir como consigna “Chile es de todos” pero estaríamos mintiendo Chile no es de todos, ni siquiera comenzamos a dar la lucha frontal para que así sea, debemos comenzar a pelear para que sea de las mayorías humildes y trabajadoras, y deje de ser de las oligarquías, que desde siempre se han apoderado de las riquezas y el trabajo nacional, apoderándose también de nuestra plusvalía y de nuestros años, pasando por sobre nuestra consciencia y nuestro dignidad.
Integrar a la sociedad a un trabajo político revolucionario, no es nada fácil, pasa por una profunda transformación de las mentalidades de los explotados y es que el capitalismo y todas sus armas disociadoras nos lleva la delantera. Para integrar a la sociedad es necesario acabar con el origen de la fragmentación social, con la posibilidad de que una pequeña fracción se apodere de la riqueza que pertenece a toda la sociedad. En otras palabras, para unir a los hombres es necesario acabar con las relaciones sociales que los desunen, y para acabar con esas relaciones sociales disociadoras, es necesaria una Revolución, que no es otra cosa, que una profunda lucha de clases.
Hace falta que los revolucionarios emprendamos una gran campaña para recuperar esa consciencia de clase y que el explotado tenga o adquiera conciencia de su pertenencia a esta clase explotada que el capitalismo ha fragmentado en egoísmos. Que rescatemos los valores de lo social frente a los valores del egoísmo. Que el individuo espere de la sociedad, pero también se deba a ella.
Es bueno recordar que los cambios culturales, los cambios en la conciencia y en el espíritu, deben entrelazarse con los cambios en las relaciones económicas.
Tenemos que percibir el peligro de dejarnos adormecer y de la urgente necesidad de la cultura de liberación, hay que respirar esta cultura, no olvidarla por un segundo o estaremos entregados a la moderna esclavitud que el sistema nos impone y que se cuela por todos lados. Nosotros mismos en aras de un objetivo que aun desconozco, callamos el necesario debate, dejando que la izquierda, lejos de entablar la batalla cultural, aliente los valores de la dominación, sofrene los valores de la liberación. Perdemos así la batalla cultural, que es lo mismo que decir, estamos dejando escapar la oportunidad de fortalecernos como izquierda revolucionaria
Podríamos elegir como consigna “Chile es de todos” pero estaríamos mintiendo Chile no es de todos, ni siquiera comenzamos a dar la lucha frontal para que así sea, debemos comenzar a pelear para que sea de las mayorías humildes y trabajadoras, y deje de ser de las oligarquías, que desde siempre se han apoderado de las riquezas y el trabajo nacional, apoderándose también de nuestra plusvalía y de nuestros años, pasando por sobre nuestra consciencia y nuestro dignidad.
Integrar a la sociedad a un trabajo político revolucionario, no es nada fácil, pasa por una profunda transformación de las mentalidades de los explotados y es que el capitalismo y todas sus armas disociadoras nos lleva la delantera. Para integrar a la sociedad es necesario acabar con el origen de la fragmentación social, con la posibilidad de que una pequeña fracción se apodere de la riqueza que pertenece a toda la sociedad. En otras palabras, para unir a los hombres es necesario acabar con las relaciones sociales que los desunen, y para acabar con esas relaciones sociales disociadoras, es necesaria una Revolución, que no es otra cosa, que una profunda lucha de clases.
Hace falta que los revolucionarios emprendamos una gran campaña para recuperar esa consciencia de clase y que el explotado tenga o adquiera conciencia de su pertenencia a esta clase explotada que el capitalismo ha fragmentado en egoísmos. Que rescatemos los valores de lo social frente a los valores del egoísmo. Que el individuo espere de la sociedad, pero también se deba a ella.
Es bueno recordar que los cambios culturales, los cambios en la conciencia y en el espíritu, deben entrelazarse con los cambios en las relaciones económicas.