Al ser humano le resulta fácil y propio permanecer en estado paralítico, como si nos faltaran los pies, las manos, los brazos, la voz y es que en el intento de querer cambiar el estado de las cosas y el miedo a perder las pocas limosnas que nos dan por nuestro trabajo, cualquiera sea este (Aunque algunos crean ser muy bien pagados) se nos hace propia la tentación de permanecer, de convivir y estacionar en el sistema capitalista hoy imperante en nuestro país. Esa ha sido casi nuestra naturaleza histórica. Ahora bien, si una Revolución es el cambio más completo y profundo que se puede dar en una sociedad, ya podremos imaginar los obstáculos con los que tienen que lidiar los revolucionarios.
El más importante de los obstáculos no se encuentra en el sistema alienante, tampoco en la represión a la cual serán sujetos los exaltados, si no mas bien, está dentro de nosotros mismos, en nuestra cabeza, en el interior de nuestra propia naturaleza humana, somos seres débiles, temerosos de lo desconocido, del dolor. Entender, más que entender, sentir que hay que cambiar los cimientos de lo que hasta ese momento había sido nuestro universo, cambiar la forma de pensar, obrar, vivir, ver otras visiones mas allá de los árboles que sabemos nos impide ver el bosque, saltar las trancas con la que crecimos, nos educamos, nos formamos hasta hacernos adultos significa romper radicalmente con nosotros mismos.
Crear un nuevo destino para transformar la realidad a nuestros intereses y necesidades, hacer un viraje profundo de la realidad en la que estamos sumergidos, es decir, hacer un cambio revolucionariamente opuesto a todo lo que hemos aprendido desde la cuna o desde la cuna en la que nos criamos, es un salto desde la seguridad de permanecer en lo conocido, al hermoso, pero muy angustiante futuro de lo desconocido, de lo inédito.
Ya lo anterior es difícil, y se complica más con la circunstancia de que no siempre tenemos la sabiduría para entender, para saber qué es lo viejo, lo que debe ser sustituido, o mejor, cuáles son los pilares psíquicos más profundos que sostienen a lo viejo. Esa angustia las han sufrido todas las revoluciones y capeando lo viejo, toreando el futuro han cambiado a lo largo de la historia de la humanidad los nombres de los mártires de las distintas batallas. Sin embargo, dejó intacta la sumisión que sustenta el sistema. y fue así, cimentada en esa psiquis, que se dio la conciliación con los enemigos. Lo viejo regresa sustentado en las conductas sembradas en lo profundo de la psiquis de los hombres que hacen Revolución.
Cuando nos comportamos con las mismas conductas de lo viejo, los mismos vicios, acuerdos, los mismos saludos conciliadores, los mismos halagos, en resumen el mismo sistema de valores y antivalores, es que el pasado vicioso y viciado permanece, y así se manifiesta. Cuando nos resistimos a cambiar lo importante y buscamos excusas similares a las de los adictos para no hacer los cambios profundos, es también el pasado que desde el fondo del alma dirige nuestra conducta. Muchas veces lo criticamos pero de igual forma nos apotricamos de la mejor manera para acomodarnos.
Cuando nos conformamos con hacer solamente un buen gobierno o que lo parezca, cuando detenemos la marcha del camino revolucionario en nombre de una rara normalización de la vida, evidentemente estamos siendo gobernados por los antiguos vicios tantas veces repetidos a lo largo de la historia y que tantas vidas nos han costado en el mundo, y el pavor a los cambios nos paraliza como se paraliza el neurótico frente al motivo de sus fobias.
Los revolucionarios, sobre todo los dirigentes, deben cambiar por dentro y por fuera. Los procesos Revolucionarios a un antes de comenzarlos se fundamentan en romper con las cadenas que nos instaló la dominación durante toda nuestra vida y dejar aquel yugo que amamanta nuestro desconsuelo. Sólo así podemos tomar las medidas correctas para hacer de la Revolución Socialista del trabajador una realidad para todos.
No es para ti, es por ti y para los demás, por nosotros, nuestros hermanos de clase, la humanidad toda, es eso lo que nos convoca y no otra cosa.
¡¡Socialismo, patria o muerte...Venceremos!!
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